Nació en Santiago de Chile, en marzo de 1974, y reside en Mendoza desde 2018. En su infancia se inició en el dibujo realista en grafito y carbonilla. Desde 1998, sintiendo la necesidad de plasmar en tela su pasión, se animó a incursionar en la pintura al óleo como artista autodidacta.
Desde 2005 hasta 2007, se desempeñó como director del Centro Cultural Cerrillos, en Chile.
En 2008 y 2009 recibió una beca para perfeccionarse en realismo en la academia de Arte y Autores Contemporáneo (ARAUCO) con sede en Chinchón, localidad al sudeste de Madrid (España), bajo la dirección del artista chileno Guillermo Muñoz Vera.
En 2011 se trasladó a la localidad de Casablanca (Chile), donde estableció su residencia y comenzó una nueva etapa pictórica, recorriendo lugares históricos y paisajes de diversas zonas de la región.
En 2016, fue invitado a exponer en el 2º Encuentro Internacional de Pintores “Pinta Maipú para el País”; y en 2018 inauguró una sede en Mendoza de su academia Art In Movement.
A lo largo de su carrera, ha participado de más de 20 muestras individuales y alrededor de 40 muestras colectivas. También obtuvo menciones en diversos concursos nacionales e internacionales y sus obras han sido adquiridas en países como Chile, Argentina, Alemania, España y Estados Unidos.
Sus trabajos se destacan por la fidelidad y rigurosidad con la que retrata cada detalle y expresión de personas, paisajes y animales.
Palabras del artista
“Siempre he considerado primordial el respeto por el oficio. En mi carrera he podido aprender tanto de grandes maestros, como de mis propias alumnas y alumnos. La pintura es difícil, lenta y como lo decía el maestro Claudio Bravo: no es un capricho de niñito frívolo. Una vez que la abrazas, es para toda la vida, y entras a un mundo de aprendizaje constante.
Como pintor realista, estoy muy expuesto. Si vas a hacer una manzana, el espectador quiere ver una manzana y no una que se parezca. No es saciar el apetito crítico de quien la ve, sino que para mí es ir alcanzando la conexión para que esa persona sienta el aroma y hasta recuerde el sabor sólo al ver la obra; que a través del paisaje logre conectarse con vivencias; que en un desnudo o retrato exista esa liberación y expresión máxima de la persona a retratar, conseguir una emoción de volver a esa persona que quizás ya no está físicamente.
Es un estudio constante, observar y no sólo mirar, aprender a dominar el color, luces, sombras y volúmenes, lo que da la magia de poder sentir que tienes las herramientas para crear lo que desees”.